Antartica
La volumetría ondulante de su fachada blanca, de superficies lisas y continuas, sugiere una concepción del edificio como un cuerpo fluido, en contraposición a la rigidez del entorno urbano.
Esta forma orgánica dialoga con la luz y la sombra, evocando la idea de impermanencia y movimiento, mientras que su color blanco lo desmaterializa, acentuando su condición casi etérea.
La base acristalada, transparente y abierta, funciona como una metáfora de la permeabilidad entre el interior y el exterior, entre lo privado y lo público.
Las columnas curvas integradas al cuerpo general refuerzan la noción de un espacio sin jerarquías visibles, fluido, donde la forma no impone sino que acompaña.
En síntesis, este edificio encarna una arquitectura que va más allá de la función, planteándose como un gesto poético y filosófico que invita a una reflexión sobre la forma, la percepción y la experiencia del habitar.