Centro Científico
Este edificio científico se erige como una manifestación tangible de la racionalidad estructural y la claridad geométrica, una arquitectura donde la ciencia no solo se estudia, sino que se encarna. La estructura exoesquelética de acero blanco que abraza sus fachadas es una metáfora de la razón que sostiene el conocimiento: expuesta, firme, ineludible. Cada cruce diagonal es una afirmación de orden, un trazo de pensamiento riguroso convertido en materia.
Elevado sobre pilotes oblicuos, el volumen principal parece desafiar la gravedad, como si el saber no requiriera del suelo para existir. Esta suspensión deliberada abre un vacío en la base, un gesto filosófico que invita a la contemplación, al movimiento, al encuentro entre lo natural y lo humano. El edificio no se impone al paisaje; lo levita, permitiendo que la naturaleza respire bajo su sombra.
El cubo lateral, con su mosaico de formas abstractas, es una irrupción poética: introduce el caos aparente del arte dentro del orden científico. Aquí, la razón dialoga con la intuición, el método con la emoción, lo empírico con lo sensible. No es sólo un centro de investigación: es un templo secular del pensamiento contemporáneo, donde la estética, la ingeniería y la filosofía se funden en una única forma de conocimiento expandido.